Es lógico pensar que la cantidad de sangre expulsada por el corazón obedece a la demanda que el organismo tiene en ese momento, mucho más ambicioso es pretender determinar cómo ese esfuerzo de bombeo puede afectar al rendimiento en días sucesivos.
A continuación, pasamos a describir, de forma abreviada, aquellos aspectos que hemos tenido en cuenta para confeccionar este índice de carga cardiovascular.
Factor 10.000
Uno de los aspectos más interesantes que nos animaron a intentar el desarrollo de un parámetro de carga interna en base a la frecuencia cardíaca, fue la observación repetida de un estrecho rango de latidos cardíacos, que se observaban al monitorizar competiciones de diferentes duraciones.
Observábamos qué, durante un esfuerzo máximo, la capacidad de latidos que un atleta podría producir en 1 hora oscilaba dependiendo de su nivel deportivo, entre los 10.000 (166lpm) y los 11.400 (190lpm). Esta capacidad se mantenía en esfuerzos prolongados, clásicas ciclistas e incluso en carreras por etapas de 7 y 12 días, al valorar a deportistas que estaban luchando por la victoria en cada una de las pruebas.
Ese aspecto nos hizo intuir que podríamos estar ante un factor limitante del rendimiento y que este podría ayudarnos a entender cuál era el límite funcional que el corazón ofrecía.
Un músculo que mantiene de forma tan estable un nivel de contracción por minuto durante toda la vida del individuo, se le presupone una capacidad de resistencia aeróbica encomiable, pero al mismo tiempo la aparición de un límite temporal de latidos tan definido nos hizo pensar que ahí podría estar una de las claves para entender cómo se instaura la fatiga en dicho órgano.
Esto nos daba ya una base para estratificar o dar un punto escalabilidad a la frecuencia cardíaca en base a la carga realizada, es decir, si sabemos dónde está el 100% podemos extrapolar el resto de los porcentajes.
Duración del ejercicio/ frecuencia cardíaca promedio
Otro aspecto en el que nos basamos para diseñar este parámetro fue el tiempo máximo que se puede mantener un ejercicio en función del porcentaje de la FC máxima a la que se trabaje, o dicho de otra manera “cuánto gasto cardíaco” se puede aportar en un tiempo determinado.
Han sido varios los autores que han hecho trabajos muy interesantes en este sentido, Esteban Lanao en la modalidad de carrera, Sassi et al (2006) en ciclismo, entre otros, que han mostrado una relación similar entre la duración del esfuerzo y la frecuencia cardíaca media obtenida en diferentes modalidades deportivas que involucran grupos musculares diferentes.
Estabilización del volumen sistólico
Como todo mecanismo de bombeo, sabemos que su rendimiento no solo depende de la capacidad contráctil y su frecuencia sino de su volumen de sangre expulsado en cada latido. Si históricamente se ha pensado que esta capacidad es muy variable en función de varios factores como el estado de forma, la modalidad deportiva, el momento de la temporada, etc., publicaciones recientes indican que, en atletas de alto nivel bien entrenados, el volumen sistólico máximo se alcanza ya al 70% de la frecuencia cardíaca máxima y se mantiene estable incluso hasta el 100%, lo que nos anima a plantear como estable la capacidad de bombeo del miocardio y fortalece la relación existente entre la FC y la intensidad de ejercicio y por ello aumenta la validez de un parámetro de carga cardiovascular como el ICCV.
% de la frecuencia cardíaca máxima
Al mismo tiempo la observación de que parámetros tan sencillos como, el porcentaje de la FCmax alcanzado por el promedio de la frecuencia cardíaca obtenida durante un entrenamiento o competición, ofrecen ya de por si un valor de carga estimado, que incluso podría compararse con otros parámetros mucho más elaborados (TSS, TRIMPs, etc.). Llegando incluso ser más útiles que estos en modalidades de resistencia.
Todo ello nos indicaba que la estabilidad de la función cardíaca en sesiones de trabajo consecutivas, como era el caso a lo largo de Mesociclo de entrenamiento, competiciones por etapas, etc., era justificación suficiente como para intentar desarrollar un modelo de carga interna que tuviera a la frecuencia cardíaca como principal protagonista.
Irrelevancia del trabajo lipolítico
Otra de las características que diferencian al ICCV de otros parámetros similares, es que en su cálculo se excluyen todos aquellos minutos de ejercicio que se realizan a frecuencias cardíacas inferiores al 65% de la frecuencia cardíaca máxima.
Partimos de la base que la frecuencia cardíaca basal no represente de por sí una fatiga para el sistema cardiovascular del individuo.
Si consideramos que estamos hablando de atletas, podríamos ampliar esta exclusión hasta valores de frecuencia cardíaca más elevados. Es decir, planteamos excluir de la valoración todas aquellas contracciones cardíacas que se llevarían a cabo en condiciones basales, e incluso aquellas que no superen el valor alcanzado para el umbral lipolítico. En otras palabras, si el organismo no está realizando un trabajo glucolítico o utilizando la glucosa como fuente energética, más allá de la que consume en condiciones de reposo, la carga cardiovascular no representa una relación con el grado de la inflamación provocada por el entreno. La experiencia con atletas que trabajaban 80 horas en 10 días consecutivos nos ha permitido platear esta hipótesis.
Fatiga cardíaca aguda y crónica
Todos los entrenadores y atletas han observado que la pérdida de función cardíaca se puede producir en la misma sesión de entrenamiento, si esta ha sido de una intensidad suficiente y además también se produce de forma acumulada en sesiones consecutivas.
Hemos observado una disminución de la FC máxima que oscila entre un 2-10% tras 1 semana de competición (esfuerzos aeróbicos-anaeróbicos). Esto parece coincidir con lo publicado por Rodríguez Marroyo (2017). Al mismo tiempo observamos como la frecuencia cardíaca máxima se hacen más difícilmente alcanzable a medida que la fatiga crónica se va instaurando.
Dentro de la misma sesión, en el momento que la intensidad de ejercicio ha exigido que el corazón trabaje a frecuencia cardíaca máxima, es tanto más difícil conseguir alcanzar los mismos valores cuanto más prolongado ha sido el periodo de trabajo intenso. Requiriéndose para ello un periodo de descanso extenso.
Hemos atajado estas dos pérdidas en la capacidad de contracción cardíaca, a través de diferentes mecanismos, que entraremos a discutir en los siguientes apartados.
Densidad del trabajo cardíaco
Lógicamente, uno de los primeros razonamientos que desanimarían a utilizar la FC como parámetro de carga es la evidencia práctica de que un mismo número de latidos en un tiempo, pueden reflejar muchos tipos de trabajos físicos diferentes y por ello diferentes estímulos y cargas.
Los trabajos interválicos y el trabajo continuo pueden arrojar la misma cifra de latidos y estar provocando un estímulo sobre el organismo en algunos casos hasta opuesto.
Este problema, debería de ser mitigado de alguna manera en el diseño del ICCV si pretendemos que sea útil tanto en modalidades deportivas tanto continuas como interválicas.
Para ello hemos tenido en cuenta en el cálculo del ICCV el número de ocasiones que se podría repetir la misma carga de trabajo en una hora a cada una de las intensidades superiores al umbral anaeróbico, dicho de otra manera, en el hipotético caso de que un trabajo físico conllevase un gasto cardíaco determinado y siendo el potencial máximo aquel obtenido en competiciones profesionales, en cuantas ocasiones podríamos teóricamente repetir ese esfuerzo a esa intensidad.
Big data
Partiendo de estos condicionantes e hipótesis, es evidentemente que no podemos aspirar a un parámetro que refleje exactamente la carga interna. Pero la experiencia acumulada, durante más de veinte años en ciclismo profesional, nos hace creer firmemente en su potencial predictivo del rendimiento futuro del atleta.
Partiendo de una base de datos que nos permite, con comodidad, observar la viabilidad y funcionalidad de este parámetro al poder compararlo directamente tanto con el rendimiento en ese momento, como el rendimiento posterior al valor obtenido. Esto nos permite en cierta medida predecir la capacidad de atleta en el futuro.
La gran mayoría de nuestras observaciones se han realizado en situaciones de competición en deporte profesional, cuya duración oscila entre los 2 minutos y las 8 horas, lo que supone que el nivel de esfuerzo se acerca al máximo.
Al disponer de datos reales de los registros alcanzados por vencedores de competiciones de carreras de 1 día y de grandes vueltas de 3 semanas, nos ayuda a garantizar que disponemos de valores de deportistas, compitiendo en pruebas de diferente duración, capaces de conseguir un rendimiento óptimo para el que se supone es necesario un nivel de entrega cercano al máximo. Estos datos nos indican, de forma aproximada, donde se encuentra el techo de la capacidad cardíaca en el ser humano.
En los próximos capítulos desarrollaremos más en profundidad cada uno de los pilares que hemos tenido en cuenta en el desarrollo del ICCV.
Expondremos las diferencias que ofrece al confrontarlos con otros parámetros ya conocidos y reconocidos por la comunidad científica y empezaremos a mostrar su aplicación práctica.
Dr. Manuel Rodríguez Alonso
Dr. Benjamín Fernández-García
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