El ligamento cruzado anterior (LCA) se encuentra en el interior de la rodilla, donde une el fémur con la tibia. Su principal función es la que denominaría de “retención”, teniendo una mayor labor en todas las tareas de parada cómo por ejemplo, cuando el deportista está corriendo y frena hasta parar. Es en ese momento cuando más estabiliza la rodilla ya que evita el desplazamiento del fémur con respecto a la tibia.
La rotura de dicho ligamento produce un desplazamiento anómalo del fémur con respecto a la tibia (fallo de rodilla).
Como se produce la lesión
Las formas más comunes de lesión del LCA son: la rotación del fémur sobre una tibia fija durante un movimiento excesivo o forzado, por una hiperextensión de la rodilla normalmente al apoyar tras un salto, o recibiendo un fuerte golpe en la rodilla.
Síntomas de la rotura de LCA
Los primeros síntomas que se pueden encontrar son principalmente el dolor e hinchazón de la rodilla lesionada, seguido de la imposibilidad de andar ya que la rodilla se vuelve inestable y no aguanta la carga del peso del cuerpo.
El movimiento de extensión se limita por la lesión, por lo que se tiende a mantener la rodilla un poco flexionada.
En algunos casos en el momento de la lesión se puede incluso escuchar un “chasquido” seguido de la desestabilización de la rodilla.
Caso Práctico
A continuación, les hablaré sobre el trabajo de readaptación de un futbolista con rotura de LCA.
Era la segunda vez que le operaban del LCA y en esta ocasión se le hizo con un injerto de cadáver.
Nuestro trabajo comenzó a partir del quinto mes después de la cirugía. Previamente había seguido el tratamiento médico y rehabilitador consiguiendo una flexión completa de la rodilla, potenciando la musculatura de alrededor y empezando a correr.
En esa etapa anterior las sensaciones que había tenido el deportista eran de sobrecarga de distintos músculos, principalmente de los isquiotibiales, y dolores en la “pata de ganso”. Debido a ese dolor tuvo que parar durante una semana.
A partir del quinto mes predominaban las tareas de propiocepción, potenciación de las zonas musculares (a través de trabajos concéntricos-excéntricos, isométricos) y trabajos aeróbicos (incorporando giros y cuestas). Es fundamental que el jugador consiga una correcta base aeróbica para que cuando se incorpore con el grupo pueda hacerlo en las mejores condiciones posibles.
Las sensaciones del jugador en ese momento fueron de nuevo molestias en la pata de ganso de la rodilla operada. Esto se resolvió disminuyendo el volumen de las tareas aeróbicas (en carrera) hasta que el dolor desapareciese.
Seguidamente se empezó a incorporar trabajos de propiocepción, con posibilidad de una plataforma inestable o “bosu”, con goma y trabajo de coordinación para que el jugador asimile los movimientos naturales que va a llevar a cabo en los partidos, pero añadiendo un factor de retención (la goma). A la vez también se le podría incorporar el balón. Ejemplo de tarea:
Es muy importante que el jugador asimile muy bien este trabajo ya que la función del LCA es la de retener la rodilla. Es justo unos de los últimos pasos de readaptación del futbolista.
A continuación se le irá incorporando un mayor trabajo aeróbico y de fuerza incluyendo componentes donde se trabaje la propiocepción, sin olvidar potenciar muy bien la musculatura de los isquiotibiales y del glúteo. En este momento el jugador ya se podría ir incorporando al grupo en donde participaría como “comodín” en tareas de posesión o mantenimiento de balón, que no sean muy exigentes.
En el octavo mes, el jugador siente unas molestias en el tendón rotuliano y le lleva a parar.
Una vez que se recupera del tendón rotuliano sigue llevando una rutina de tareas de propiocepción y potenciación muscular. Y en esta ocasión ya se puede ir incorporando con normalidad a las sesiones de entrenamiento.
Al noveno y décimo mes, tras entrenar con normalidad y estar listo para la competición tiene unas sensaciones de tirantez a nivel de la cicatriz. Estas sensaciones sólo las tiene al inicio de cada entrenamiento y partido. Para resolverlo hace ejercicios de estiramientos de cuádriceps y trabajo de activación muscular del tren inferior. Esta última sensación se le iría quitando progresivamente manteniendo dicha rutina de activación y estiramiento.
La función del preparador físico en este tipo de lesiones no es sólo de readaptación sino también de apoyo psicológico. Durante la rehabilitación, readaptación e incluso en la entrada al grupo puede que el propio futbolista tenga muchos “altibajos”, y es importantísimo concienciarle muy bien de que el trabajo dará sus frutos y que no puede desistir. Fundamentalmente, que el objetivo sea ser constante, auto superarse y así conseguir realizar todas las tareas con una gran calidad de ejecución.
Carlos Santos es Preparador Físico, Graduado en Ciencias del Deporte